Hotel Transilvania 2, de Genndy Tartakovsky

23 octubre, 2016

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Los monstruos han estado ligados siempre al terror y, paradójicamente, al humor. Quizás como forma de liberarnos de nuestros temores hemos tratado de ridiculizarlos. Al final la mayoría han quedado relegados al mundo de los miedos infantiles, convertidos en usuales seres divertidos para jóvenes y adultos, despojados de su solemnidad y tragedia.

Genndy Tartakovsky ironizó sobre el terror en Hotel Transylvania (2012) al enfrentar a los viejos monstruos a la actualidad, una actualidad que ya no se atemoriza con ellos. Al contrario, parecen divertirse con estos personajes, reconvertidos en una especie de figura pop. Toda una metáfora acerca de la tolerancia, del abandono de la hiperprotección y de la necesaria renovación a la hora de no dejar nunca de aprender ni de conocer sobre lo que nos rodea.

No obstante, aquel argumento inicial estaba más centrado en el choque paterno-filial, en la aceptación de nuevos tiempos a los que adaptarse y al reconocimiento de la libertad de los hijos, tras lo cual encontramos una nueva historia con estos personajes con Hotel Transylvania 2 (2015), que contó en esta ocasión con la colaboración en el guion de Adam Sandler.


En esta nueva entrega, la acción se acelera para mostrarnos diferentes eventos importantes en la vida de los personajes, como la boda de Mavis con Johnny, el posterior nacimiento del nieto de Drácula, Dennis, y el nuevo hotel Transylvania, abierto a humanos en convivencia con los monstruos. Sin embargo, el conde está preocupado porque su nieto no muestre sus características vampíricas y cuando Mavis decide visitar a sus suegros humanos para determinar si su familia abandona el castillo, tratará de comprobar que Dennis es un vampiro, mientras sobre ellos se cierne la amenaza de Vlad, el padre de Drácula, un vampiro que quizás no sea capaz de comprender la vida actual de sus descendientes.

Con un ritmo veloz, se van encadenando diferentes sketches de distinta índole, aunque la mayoría recalcan el contraste entre la antigua vida de los monstruos y la relación actual con los humanos. En el empeño de Drácula por recuperar sus raíces y tratar de desarrollar el vampirismo de su nieto, provocará que sus amigos, la momia, el hombre lobo andaluz y hastiado, el monstruo de Frankenstein inocente y algo bobo, el hombre invisible incomprendido o la graciosa y muda gelatina, vuelvan a las andadas de su juventud, ignorando que todo ha cambiado. Todo ello para impresionar y lograr un cambio en el adorable y tierno Dennis. Encontramos aquí un enfrentamiento no solo entre la forma de comprender a los monstruos entre el pasado y el presente, sino también entre los métodos educativos, mostrando cómo lo que antes era corriente, ahora se considera peligroso.


Por otra parte, hay otra cuestión que bulle en la película: el comportamiento de los padres humanos de Johnny está relacionado con la actitud de Drácula en la anterior película, siendo reflejos de la intolerancia, aunque aquí bañada de una abertura moral hipócrita. Precisamente, cuando Marvis llega a su casa, demuestran que a pesar de intentarlo, lo cierto es que no lo comprenden, basando su comportamiento en tópicos, como sucede cuando unos padres se enfrentan a la pareja de su descendiente sin que esta sea lo que ellos desearan.

No obstante, la película arrastra los errores usuales de la franquicia: el final resulta precipitado y el clímax sucede con demasiada celeridad, no podemos evitar sentir cierta reiteración de los temas que debían haberse superado en la primera película, y algunas de las secuencias que buscan provocar la gracia resultan aburridas. Por otra parte, mientras que en Hotel Transylvania, el hotel era parte fundamental de la historia y un personaje más, en esta se aleja demasiado de ese ambiente y da la sensación de no encontrar realmente su espacio, moviéndose por diferentes ambientes impersonales. También algunos personajes se han desdibujado, como Johnny, que ha perdido la chispa que tenía y se ha convertido en un personaje dominado por lo demás. A ello se suma la ausencia de drama o de cierto sentido trágico, que en la primera ocasión estaba presente por el recuerdo de la esposa fallecida de Drácula.


No podemos obviar que Hotel Transylvania 2, como su anterior entrega, es una película con un objetivo concreto, centrada en vender y llegar a los niños para divertirles, puro entretenimiento con moraleja incluida. Hasta ahí cumple, aunque de forma raspada, dado que la vitalidad de la primera entrega se ve resentida aquí y la mayoría de gracias tienden a ridiculizar a los célebres monstruos en un continuo devenir de gags hilados bajo el mismo esquema una y otra vez. Quizás se podía haber aprovechado más para alcanzar una obra que aparte de entretenida, fuera redonda.

Escrito por Luis J. del Castillo


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