Muerte en las nubes, de Agatha Christie

07 agosto, 2016

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Hay grandes autores de novela negra, pero quien ha dejado una marca personal en la historia del género es, sin duda, Agatha Christie (1890-1976). Británica como el creador de Sherlock Holmes, Arthur Conan Doyle, supo ganarse un nombre por encima de sus personajes más célebres, el detective belga Hercules Poirot y la anciana Miss Marple, ganando la partida en la historia literaria a un Conan Doyle que pervive bajo la sombra de su creación, a pesar de haber escrito más obras de interés. 

Sin duda, tiene tras de sí toda una serie de obras muy entretenidas basadas en el mundo de la investigación, la deducción y los crímenes, por supuesto. Entre sus novelas hay obras clásicas del género negro como Asesinato en el Orient Express (1934), Muerte en el Nilo (1937), Cita con la muerte (1938) o Diez negritos (1939), por mencionar algunos.

Sin duda, sus viajes por el mundo, gracias especialmente a su segundo matrimonio con el arqueólogo Max Mallowan. Y logró ser una voz personal en el mundo literario, ofreciendo perspectivas diferentes a lo expuesto por Conan Doyle y trazando líneas que posteriormente serían imitadas, como comentaremos más adelante.

De todas sus obras, hoy no nos vamos a acercar a una de las más conocidas, pero eso no la hace menos disfrutable. Nos referimos a Muerte en las nubes (1935). En esta ocasión, durante un vuelo en el avión Prometheus desde París hasta Croydon (municipio de Londres), una pasajera muere en su asiento, como descubre uno de los azafatos. Sin embargo, lo que podría haber pasado por un fallecimiento casual, fruto quizás de la avanzada edad de la mujer o de la picadura de una avispa, pronto se convertirá en un asesinato tras descubrir uno de los pasajeros un dardo envenenado en el suelo y la señal de que había sido clavado en el cuello de la víctima. Este pasajero no es otro que Hercules Poirot, que viéndose inevitablemente relacionado con el caso, incluso convertido en sospechoso, comenzará a investigar a partir de sus intuiciones, con sus células grises.


El asesinato realizado mediante una cerbatana debería haber llamado la atención de los pasajeros, pero nadie vio nada. Nadie se considera culpable. Y a partir de aquí comienza el auténtico relato. Sin duda, Agatha Christie es metódica en su elaboración narrativa: muestra los diferentes interrogatorios, la lista de objetos personales, hasta la vista oral, de modo que el lector tenga una imagen nítida del caso y los mismos elementos que Poirot para descubrirlo. Aunque la solución sea bastante compleja. A ello debemos sumar las sospechas de otros personajes y los giros que provoca según avanza la trama para desviar la atención generalmente del auténtico asesino. Sin duda, hoy en día este modelo lo tenemos más presente, pero la forma en que lo desarrolla la autora es magistral.

A diferencia de otros relatos, centrados normalmente en los pensamientos del detective, al modelo por ejemplo de los episodios de la serie Detective Conan (1996-) o de multitud de series procedimentales como la franquicia CSI, o desde la perspectiva de algún ayudante, como era el caso de Watson, como narrador, respecto a Holmes, el detective es una figura más de todo un plantel de personajes con vida propia, con sus propios problemas. Sin duda, hay varios que destacan por su importancia o relevancia en el caso, pero su inclusión le permite a Agatha Christie dibujar distintos temas que se alejen del crimen en sí. Desde el trabajo real de la víctima, como prestamista, pasando por la rutinaria vida de Jane Grey como peluquera, hasta la parodia del escritor de novelas negras, con Daniel Michael Clancy, o los problemas que le suponen a un dentista, Norman Gale, verse involucrado en un caso de homicidio.

Fotograma del capítulo Muerte en las nubes de la serie Poirot (1969-2013)
En este sentido, se enriquece el contenido de la novela más allá del argumento base, aunque los detalles que se toquen sean mediante pinceladas, lo que bastará a cualquier lector avezado a suponer las historias tras cada personaje. No obstante, esto es también un defecto, dado que al pasar por encima de varios temas, se acaba por no profundizar en ninguno, y el resultado es que las subtramas acaban siendo superficiales, a pesar de que le sirven a Agatha Christie para verter críticas a aspectos sociales determinados y de que da una mayor entidad a los personajes a la que otros autores de su época les daban en este género, al estar demasiado centrados en la figura detectivesca, como mencionábamos antes. En Muerte en las nubes, podemos encontrar cuestiones como el miedo a las apariencias del Conde de Hordbury, los peligros de los juegos de azar y la cocaína con la Condesa, el peculiar comportamiento y las dificultades económicas de los arqueólogos, algo que conocía bien la autora, incluso esa necesidad de buscar algo mejor cuando percibes que tu vida se ha vuelto anodina. 

Caso peculiar el de uno de los sospechosos, que ya hemos mencionado, Daniel M. Clancy, autor de novela negra. Es curioso cómo para algunos investigadores, como el también conocido inspector Japp, este se convierte en un sospechoso evidente, dado que, como ocasionalmente algunos lectores aficionados al género hemos pensado a modo de chanza, ¿quién mejor que un autor de novela negra, con todos sus conocimientos sobre el crimen y sus distintas ocurrencias para crear ficción, para cometer un delito tan peculiar? Al respecto, Poirot llegará a comentar, ante el debate de sus compañeros, que a pesar de sus rareas, realmente es necesario que un escritor tenga ideas en la cabeza (p. 65). Más adelante, este personaje en concreto se nos asemeja como una especie de parodia estrafalaria de autor de género, empeñado en sorprender a sus lectores de las maneras más ilógicas, como mostrará al comentar con nuestro detective belga cómo piensa enriquecerse gracias al caso en el que se ha visto involucrado.



-A todo el mundo le gusta hablar de sí mismo. [...] Así es como ha hecho fortuna más de un curandero. Invitan al paciente a que se siente y les cuente cosas. Que si se cayó del cochecito a los dos años, que si su madre, comiendo fruta, se manchó el vestido un día, que si al año y medio se tiraba a su padre de las barbas. Y luego el curandero le dice que ya no sufrirá más de insomnio y pide dos guineas, y el paciente se va muy contento, contentísimo, y quizás duerma bien aquella noche.
-¡Qué ridículo!
-No, no es tan ridículo como usted se figura. Se basa en una necesidad fundamental de la naturaleza humana, en la necesidad de hablar, de revelarse uno a los demás. (p. 140)

La fórmula que sigue la autora de proporcionarnos la información orienta en distintas direcciones dejando de forma ocasional pistas hacia el culpable, a pesar de que en gran parte de la obra sea alguien que a ojos de los demás resulte inocente. Para ello, emplea ciertos vacíos argumentales que se hilan cerca del final, que en el caso de Muerte en las nubes no es especialmente espectacular, aunque resuma bien las ideas y resuelva el caso de una manera que ya consideramos tradicional: con el detective acusando al asesino que ya se creía protegido por las circunstancias y libre de sospecha.

Antes de finalizar debemos referirnos a Poirot, nuestro peculiar detective belga, que como mencionábamos no es el epicentro de la novela, al tener un protagonismo repartido, pero cuya personalidad se eleva sobre el resto de personajes. No se trata de un personaje representado de una forma tan elevada como le sucedía al Holmes literario, sino que encontramos en él algunas tendencias que le han sido otorgadas al detective de Conan Doyle en sus distintas versiones posteriores, con cierto comportamiento puntilloso, algo vanidoso y extraño, en parte por sus modales desfasados y sus reacciones o estrategias de investigación poco habituales. Por no hablar de que no estamos ante un portento físico o atractivo, siendo su gran bigote su elemento más característico.

Otra peculiaridad que acompañará siempre a Poirot y, por tanto, a Agatha Christie, es la desconfianza hacia las personas, incluido él mismo, algo que es evidente cuando sus compañeros investigadores tratan de apartarlo de la lista de sospechosos, pero él insiste en permanecer en ella. Por último, debo mencionar la serie sobre el personaje que reseñó nuestro compañero Javier anteriormente, que cuenta además con un capítulo que adapta esta misma novela: Poirot (incluyendo su última temporada aparte, en una entrada posterior).

Si el nombre de Agatha Christie está tan ligado al género negro es por novelas como esta, que configuran una forma de proceder que ha sido imitada por muchos otros autores posteriormente, por ejemplo, por Rowling en El canto del cuco (2013), creando un legado literario personal dentro de un género tan atractivo como este.

Sin considerarla de las mejores, dado que, aunque no puedo compararlo con otras obras de la autora consideradas excelentes, sí puedo hacerlo con otras del género, da una buena muestra de sus capacidades. Sus procedimientos invitan al lector a participar, a hacerse una idea del caso, aunque a la vez juegue con él, creando obras entretenidas, que pueden funcionar como un rompecabezas y donde no se deja escapar la oportunidad de realizar un breve, pero intenso retrato de los usos, costumbres y vicios de las personas de su época.

Escrito por Luis J. del Castillo




2 comentarios :

  1. Yo leí hace unos meses La muerte visita al dentista, de hecho es el unico libro de Agatha que he leído y me dejó un buen sabor de boca. Principalmente y como es de esperar, el personaje de Poirot, con un perfil muy encantador para ser detective. Quisiera leer 10 negritos, pero no he logrado conseguirlo en ninguna librería.

    Este que reseñar parece una opción buena, sin embargo, ¿cuál no lo sería? La reputación de la autora la precede y eso que no es un género que me encante demasiado.

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    Respuestas
    1. Hola, Leslie, como siempre, gracias por comentar :)

      Como comentas, la reputación de la autora la avala, y sin duda supo captar el espíritu del género y darle su propia personalidad. Por mi parte, el género negro me suele gustar y con Agatha he disfrutado, aunque espero poder leer otras obras consideradas mejores, como las que comento en la entrada. Curiosamente, en Muerte en las nubes también hay un dentista.

      ¡Ah, y no pierdas la oportunidad de ver alguna adaptación! Nuestro compañero Javi ha comentado algunas en el blog.

      ¡Un saludo!
      Luis J. del Castillo

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