Clásicos Inolvidables (CIV): Hamlet, de William Shakespeare

17 julio, 2016

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Acercarnos a Hamlet y a William Shakespeare (1564-1616) puede servirnos para realizar una reflexión previa sobre lo que supone la actividad de análisis, reseña y crítica que realizamos. De una forma sucinta, hablar de una obra de tales características, sobre la que se ha dicho prácticamente de todo, resulta difícil, dado que generalmente aportaremos poco y nada novedoso si no analizamos lo que ya se ha dicho, pero por otra parte, estamos aquí para mostrar hasta cierto punto nuestra opinión personal acerca de esta o cualquier otra obra, lo que ya, de cierta manera, proporciona un grado de originalidad única a nuestras palabras. Con todo, resulta difícil acercarse a estas enormes cumbres de la literatura universal, como pudiera serlo Don Quijote (1605; 1615, Miguel de Cervantes) o las obras maestras teatrales de Shakespeare, cuando lo afrontas siendo consciente de su importancia.

Así pues, nos adentramos en los terrenos del teatro de Shakespeare, la gran figura de la literatura inglesa, como se han encargado de recordar de forma continua los anglófilos e ingleses en general. La figura de este dramaturgo oscila entre la fama mundial y la duda persistente sobre su vida, sus características o incluso sobre la autoría de sus obras, lo que ha dado lugar a la especulación y hasta a obras artísticas sobre estas ideas. 

Sin ninguna claridad sobre estas cuestiones, tan solo podemos afirmar que bajo el nombre de William Shakespeare, encontramos algunas de las grandes obras teatrales de la historia literaria universal, abarcando tipos, ideas y temas inmensamente humanos, haciéndolo además a través de los propios personajes, sin interceder como narrador, predicar o reflexionar de forma externa a las pasiones e ideas de sus creaciones; por todo ello, ha perdurado siempre en el tiempo como un referente imprescindible. Entre sus obras, encontramos comedias como Sueño de una noche de verano, El mercader de Venecia o La fierecilla domada, dramas históricos como Enrique V o Ricardo III y tragedias, las más reconocidas, con ejemplos como Romeo y Julieta, El Rey Lear, Macbeth, Julio César, Otelo y, por supuesto, Hamlet.


Escrita seguramente en algún momento entre 1599 y 1601, esta obra de cinco actos se centra en los acontecimientos que suceden en Dinamarca tras la muerte del rey, momento en el que su hermano Claudio ocupa el trono y se casa con la reina Gertrude mientras el príncipe, Hamlet, descubre gracias al espectro de su padre que fue asesinado. A partir de entonces, comenzará el debate interno de nuestro protagonista, lindando con la locura como veremos, mientras en la corte se establece un juego estratégico por descubrir la verdad, pendiendo la duda sobre todos los personajes.

En el discurrir de toda la acción, el texto hace gala de la genialidad teatral y literaria de Shakespeare mostrando diferentes recursos expresivos y formales para no solo contarnos una historia, sino plantear diferentes reflexiones a raíz de las vivencias de sus personajes empleando un lenguaje cuidado y medido, en combinación entre prosa y verso. Durante este trayecto seremos testigos desde apariciones espectrales que lanzan ideas sobre el más allá, en este caso el purgatorio del rey y padre de Hamlet, la evolución desde la duda hasta la ira de la venganza del príncipe, que abarca los cincos actos, el amor y la desesperación de Ofelia, la cuestión del honor, la muerte como igualadora social, el teatro dentro del teatro y hasta la corrupción de sus personajes, incluyendo la falta de lealtad y fraternidad.

Actors before Hamlet (1875), de Wladyslaw Czachórski 
La obra bascula entre la trama que teje Hamlet para descubrir la verdad y vengarse y la reacción del resto de personajes al comportamiento melancólico del príncipe, dando origen a teorías erróneas que, por otra parte, motivará el desenlace de los otros personajes, como sucede con Polonio u Ofelia. Incluso Laertes, siendo un personaje honorable, se posicionará a causa de la tergiversación de Claudio a partir de la reacción de su hermana. Nos centraremos ahora en la evolución del protagonista, que es la que da sentido y entidad a la obra, incluso estructuralmente. En este sentido, Hamlet se divide en cinco actos siguiendo la estructura clásica, pero además podemos ver cómo se desarrolla cada una, desde la exposición del problema en el primer acto, con la petición de venganza del espectro, hasta el cierre trágico final, consecuencia de llevar a cabo la voluntad de la exposición. 

En ese trayecto, observamos cómo se revela la verdad a Hamlet para pasar entre el segundo y el tercer acto de la duda al descubrimiento, dejando finalmente la melancolía y el dolor de la verdad durante el cuarto acto y finalizando en la ira vengativa, que ya había aparecido levemente antes, del final. En efecto, el personaje de Hamlet se reviste del sentido de la tragedia clásica provocando la catarsis del espectador: es la única persona consciente del crimen de Claudio, pero aún así no puede seguir simplemente los indicios de un espectro, por lo que tenderá una trampa a su tío para poder descubrir la veracidad de la acusación fantasmal. Esta duda del protagonista se extiende también a su carácter descreído y desconfiado, que se llevará consigo la vida de otros personajes, incluso amigos del príncipe. En su venganza, no actúa de forma justa y taimada, sino que se deja llevar por la melancolía y la locura, en lugar de alzarse como un héroe, condena y arrasa con todo por venganza.

Retrato de W. Rapacki como Hamlet, de K. Miller
Shakespeare convierte a Hamlet en un personaje profundo que va más allá de un tipo al retratarlo de forma poliédrica, de tal forma que puede ser analizado desde distintas perspectivas. Por una parte, se desarrolla el paso de su juventud ociosa y universitaria a la madurez, provocada por la revelación del primer acto, que le otorga responsabilidad moral y un carácter huraño y descreído, fruto de su desengaño vital. Esta ociosidad se revela en su relación referida, que nunca vista en escena, con Ofelia, y también con su amistad con otros jóvenes, como es el caso de Rosencrantz y Guildenstern, un trío de personajes que acaban siendo víctimas del cambio que se produce en el protagonista. 

Por otra parte, la revelación provoca una profundización en el carácter del personaje, que revela al espectador sus dudas sobre la relación entre su tío y su madre, acentuando su rechazo por el crimen de su tío. Todas estas circunstancias agravan además su existencialismo (reflejado en su célebre intervención del ser o no ser) y su reflexión en torno a la muerte (entendida como igualadora social, como observamos en el inicio del quinto acto). Como nota adicional, podemos percibir la verosimilitud de la obra, más allá del elemento fantástico del fantasma, en el sustento teórico de la locura de Hamlet y de Ofelia dado que se apoya en la teoría de los humores de Galeno como hiciera Cervantes con la locura de don Quijote a partir del Examen de ingenios, de Huarte de San Juan.

Este angustiado estupor de Hamlet lo convierte a ojos de los demás en un loco, pero precisamente es lo que lo convierte en un héroe trágico en el sentido clásico. A Hamlet le revelan la verdad, pero esta se convierte en sospecha para el personaje, que hará lo necesario para buscar su confirmación, empleando en este caso el ingenioso truco de la representación teatral, que le sirve a Shakespeare para criticar la situación del teatro de su época. Finalmente, esta persecución de la verdad conllevará la ruina colectiva, incluso el desorden social al crear dos bandos, dando lugar precisamente a la reacción de los demás personajes, incluyendo la de Claudio, que tenderá trampas para acabar con su sobrino. 

Hamlet y su madre (1846), de Richard Dadd
La angustia provocada por la verdad es usual en la tragedia clásica, precisamente en Edipo rey, de Sófocles, el hallazgo final de la verdad tras la incesante búsqueda de Edipo conlleva su propia condena. La justicia que tanto Edipo como Hamlet debería administrar se vuelve finalmente contra ellos. Pero en el caso del príncipe danés, porque su actitud le lleva a una venganza sanguinaria, a una locura donde ni siquiera cabe el arrepentimiento al matar por error a otros. El protagonista se acaba convirtiendo en parte del motivo del desorden social que trataba de reparar a todos los niveles, aunque su carácter heroico se reafirmará cuando finalmente trate de establecer y legitimar a un heredero. En cuanto al desorden social, debemos tener en cuenta que antes de que Hamlet supiera la verdad sobre la muerte de su padre, este ya mostraba dudas sobre su reinado incluso en el apartado personal. Es por ello que se le da bastante importancia durante la obra al incesto de la madre, siendo uno de los principales motivos de Hamlet para afrontar a su tío junto a la usurpación del poder. Esto le valió a Freud para teorizar acerca del posible complejo de Edipo del personaje.

Frente a Hamlet se disponen el resto de personajes. Ellos tejen diferentes teorías sobre el comportamiento del príncipe, incluyendo el posible romance con Ofelia como ostentará su padre, Polonio. Aquí se da lugar a la evolución trágica hacia la locura de Ofelia, que se encontrará finalmente desamparada y rechazada. Este desarrollo viene provocado de forma paralela por la actitud poco responsable de Polonio, que es quizás el personaje menos favorecido de la obra, quedando retratado como un fantoche, tal y como será afrontado por el propio Hamlet. Este otro trío familiar lo culmina Laertes, que se convierte en una contrafigura de Hamlet al tener que ocupar la figura de vengador de su familia auspiciado, en este caso, por Claudio.

En cuanto al tío de Hamlet, Claudio no es retratado por Shakespeare de forma maniquea, sino que incluso se nos revela a partir de sus apartes su arrepentimiento y su culpa, a pesar de lo cual no dudará en hacer frente a su sobrino e intentar acabar con su amenaza para mantener el poder y su estilo de vida festivo y despreocupado. Precisamente, aquí se revela como trasfondo de la obra la justificación de la auténtica legitimidad de la realeza, dado que al ser Claudio un usurpador revela características impropios de un buen rey frente al heredero legítimo, Hamlet, quien rechaza su comportamiento. Como mencionábamos antes, un reflejo físico de estas circunstancias lo encontraremos en Gertrude, la madre de Hamlet que acepta casarse con su tío. A ojos del príncipe, con demasiada celeridad y considerándolo incestuoso, lo que en parte revela la posición dominada de las mujeres en la época, como también sucede con el final de Ofelia, que debían convertirse en estandartes del honor familiar para no poder ser criticadas y poner en duda a la familia. Precisamente, su hijo llegará a poner en duda si fue consciente o no del crimen contra su padre.

Hamlet (1897), de Edwin Austin Abbey
Hemos repasado algunos de los temas e ideas que Hamlet refleja, pero no podemos evitar mencionar de nuevo su lenguaje poético. Así pues, debemos destacar los célebres soliloquios de Hamlet, pero también la descripción de Gertrude sobre el final de Ofelia o el repaso que Horacio plantea al final sobre los trágicos sucesos acontecidos en la obra. No podemos evitar encontrar ciertas semejanzas con La vida es sueño (1635) de Calderón de la Barca, que, planteando un argumento distinto, acaba tocando lugares comunes, como la situación en un país europeo, como Polonia, el protagonista príncipe que reflexiona a través de soliloquios sobre su situación y sobre ideas existenciales, como la vida en tanto sueño o como dormir en el caso de Hamlet, incluso con personajes ocupando roles semejantes. 

Ambas han ofrecido escenas que han pasado ya al imaginario colectivo, aunque Hamlet se encuentra más presente por sus múltiples adaptaciones, incluyendo hasta su traslación indirecta a series o películas. Por mencionar algunas, podemos citar las adaptaciones homónimas realizadas por Laurence Olivier en 1948, Grigori Kozintsev en 1964 o Kenneth Branagh en 1996 y, como curiosidad, el clásico de DisneyEl rey león (The Lion King, Rob Minkoff y Roger Allers, 1994) cuyo argumento es una traslación de esta obra de Shakespeare.

En conclusión, Shakespeare consigue distribuir a lo largo de los cinco actos de Hamlet toda la evolución de un personaje sin olvidarse del resto del reparto, otorgando un cariz verosímil y profundo a cada uno de ellos. Pero, además, aborda distintos temas que no han dejado de estar presentes en el ser humano y eso lo convierte en un clásico ineludible. Precisamente, por los matices de la obra sigue estando vigente hoy como obra de estudio, reflexión e inspiración.

Escrito por Luis J. del Castillo




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