Yentl, de Barbra Streisand

08 enero, 2015

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Cuando se hace mención de Barbra Streisand (1942), los más sensatos recuerdan que estamos ante una de las grandes voces de nuestra época, pero existe un estribillo que, de forma inevitable, hace recordar a otros la megalomanía de la estrella en su faceta como actriz o realizadora. Sin pretender hacer de menos estos arranques de personalidad (como sabemos, algo de lo que carecían por completo realizadores como Alfred Hitchcock, John Ford, Orson Welles o Stanley Kubrick), lo cierto es que sigo creyendo que de no venir Yentl (United Artist, 1983) firmada por quien viene firmada, la película sería mucho más recordada.

Idiosincrasias al margen, la historia de la joven que ha de hacerse pasar por un chico, en base al relato del escritor polaco y premio Nobel de Literatura Isaac Bashevis Singer (1904-1991), da comienzo con el plano de unos libros transportados en un carro, como leitmotiv para toda la película. El bello tema musical desplegado por Michel Legrand (1932) en esta secuencia de abertura (A piece of sky), enlaza precisamente con el final del relato, donde el mismo tema es cantado y en el que la protagonista parte hacia otro mundo con el fin de poder continuar su búsqueda del conocimiento, quedando así la idea principal bellamente reunida.

Yentl se publicitó como una “película con música”. Es mucho mejor denominarla un musical de pro, donde las canciones hacen avanzar la acción o expresan los sentimientos de la protagonista. Estas complementan el relato o se instalan dentro de él -a veces ambas cosas-, como cuando Yentl (Barbra Streisand) atiende a su padre o escucha los comentarios de sus compañeros, en el momento en que es admitida como estudiante en una universidad.


Pero la historia da comienzo en una zona indeterminada de la Europa Oriental de 1904, no lejana de la extinta Checoslovaquia, en la que la joven Yentl toma la determinación, sin estridencias por su parte aunque sí por parte de quienes la rodean, no tanto de renunciar de forma irremediable a su naturaleza o sentimientos como persona, pero sí de sacrificar el rol que le ha sido asignado religiosa y socialmente, en favor del conocimiento. Una voluntad que, insisto, no pretende dar la espalda a las propias capacidades naturales (al fin y al cabo, sigue siendo necesaria la transmisión de todo lo heredado y aprendido). Con la apariencia de un chico, Yentl hará todo lo posible por ser admitida como estudiante varón en la referida universidad. Un arrojo que expresa claramente cuando comenta “¿quién me va a ayudar sino me decido yo?”.

Ya en la citada secuencia de abertura, la realizadora muestra claramente cómo en un asumido apartheid los hombres conversan de literatura, religión o filosofía, en tanto que las mujeres lo hacen aconsejándose sobre los quehaceres domésticos. Destaca además la relación de la joven con su padre (Nehemiah Persoff), estando la película dedicada a la figura del progenitor, propio y en general. La afinidad con este ha prendido la llama del conocimiento. La misma llama que, simbolizando también al padre, estará presente en otra de las canciones (Papa, can you hear me?).


Como estudiante, “Angel”, que así se hace llamar ahora Yentl, traba amistad con otros compañeros de estudios, especialmente con Avigdor (Mandy Patinkin). Pero el conocimiento también aísla, sobre todo en sociedades –más que comunidades: no pienso solo en pasado- donde el saber está encaminado a obtener un título exclusivamente, y en olvidar o desconocer el resto.

Para Yentl, este conocimiento supondrá el eterno conflicto entre vida y sabiduría, puesto que complementar ambas facetas no siempre resulta fácil, y como además ha podido comprobar y queda dicho, excluye. De hecho, "¿de qué sirve esto?", se preguntará Avigdor, refiriéndose a los libros cuando la vida le ha golpeado. “Angel” le devolverá otras palabras suyas cuando le recuerde que “nada es imposible”. Para ambos, además, el descubrimiento del discernimiento y la amistad va parejo. Una amistad que, para la joven estudiante, también equivaldrá al amor.


Las excelentes canciones compuestas por Michel Legrand, con letra de Alan y Marilyn Bergman (1925 y 1929), ensalzan todo este camino de búsqueda. Entre ellas, la que tiene lugar frente a una túnica, ante una simbólica vela bajo la noche estrellada, durante los preparativos y celebración de la boda con Hadass (Amy Inving), la prometida de Avigdor (acto que más que una farsa institucional, que un poco sí lo es, es todo un acto de sacrifico hacia Avigdor); o en fin, las que ilustran el baile de platos durante la cena previa en casa de Hadass, o la ceremonia del té entre “Angel”, Hadass y Avigdor, donde la cámara enlaza los tres rostros.

Otro buen momento de realización tiene lugar cuando ante la pregunta del padre “¿qué va a ser de ti?”, la cámara asciende en grúa hasta un árbol centenario, para volver a descender y evidenciar el transcurrir del tiempo.


En Yentl la tradición está para ser superada -no tergiversada u olvidada- siempre que redunde en un beneficio. Así sucede finalmente con el compromiso roto de Avigdor, y con los propios requisitos para tener acceso a ese conocimiento que anhela la estudiante, y del que otras mujeres, sencillamente, desconocen su existencia. Precisamente, antes de decidirse, amigas y vecinas habían asegurado a la joven que la tendrían “tan ocupada que no tendrás tiempo de pensar”.

Escrito por Javier C. Aguilera


1 comentario :

  1. Es una de mis peliculas preferedas de todos los tiempos, sin menospreciar otros clásicos. Pero en Yentl uno puede ver a la multifacética Streisand jugando todos los roles a la perfección. Las tomas, los lugares, la actuacion, la música, la voz y sentimiento en las canciones llegan a lo sublime. A Masterpiece.

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